Siempre me ha llamado la atención la forma como reaccionan los personajes de algunas películas y algunas series de tv ante la muerte de otro personaje; por ejemplo, cuando en un enfrentamiento los buenos matan al malo. En ocasiones he visto que, al cabo de 30 segundos, ya están sonriendo o haciendo bromas.
Es por eso que me gustó mucho la película “Unforgiven” (“Los Imperdonables”), con Clint Eastwood y Morgan Freeman, ganadora del Oscar a la mejor película en 1992. En ella, Eastwood y Freeman van, junto a un “pistolero” (fanfarroneaba de pistolero, pero nunca había matado a nadie), a matar a dos vaqueros, para poder cobrar una recompensa, en un alejado pueblo del lejano oeste. Eastwood mata al primer vaquero, pero cuando el pistolero mata al segundo vaquero, siente tal remordimiento que se pone a beber y a llorar y hasta rechaza su parte de la recompensa, diciendo que nunca más agarrará una pistola.
Escena de la película “Unforgiven”
Muchos dirán que son sólo películas, y tendrán razón. Por mi parte prefiero algo que se ajuste más a la realidad, a no ser que se trate de comedias. Recuerdo que hace mucho tiempo, un amigo me contó que, de pura casualidad, le tocó estar en medio de un enfrentamiento a tiros entre policías y ladrones. De pronto, uno de los atracadores cayó mortalmente herido al lado de una humilde vendedora de camotes al horno. El hombre comenzó a pedir agua; tenía un balazo en el estómago. Y la humilde señora, que nunca en su vida lo había visto, con lágrimas en los ojos le decía una y otra vez “no te mueras papito, no te mueras”. Creo que ninguno de nosotros sabemos cómo reaccionaríamos ante una situación parecida.