Durante muchos años consideraba que tener un perro como mascota era, por decir lo menos, molesto. En mi familia nunca tuvimos una mascota y cuando me preguntaban si me gustaban los perros siempre respondía que sí pero sólo para verlos de lejos, o de cerca pero por muy poco tiempo.
Perro en la calle
El punto culminante de mi aversión sucedió cuando entré por primera vez a la casa de mi enamorada. Tenían una perra pastor alemán de gran tamaño (su nombre era Laika). Me recibió como si yo fuera el demonio: los ladridos que daba eran tan fuertes que casi teníamos que conversar a gritos para poder escucharnos. Por fin, luego de bastante rato se calmó, mientras yo pensaba “¿para qué tiene perro la gente?; la gente debe vivir con la gente y los perros deben vivir con los perros”. Para mí, que un perro viva entre personas era como que un humano viviera como mascota de seres extraterrestres que estén miles de años más adelantados que nosotros. Me parecía antinatural.
Perro pastor alemán
Lo curioso es que a mi enamorada le encantaban los perros y no solamente la que tenía en su casa, sino cuaquier perro. Y para redondear la situación, cuando salía de su casa en la noche (especialmente si ya era tarde) tenía que enfrentarme con infinidad de perros callejeros que había en su barrio y que trataban de morderme; creo que sabían que no me caían bien.
Por supuesto que yo conocía el dicho “el perro es el mejor amigo del hombre”, pero para mí sólo era un poco más que palabras. Y fue justamente en la casa de mi enamorada donde encontré el libro “Cómo ganar amigos”, de Dale Carnegie (a veces pienso que me lo dejaron intencionalmente). Lo pedí prestado y lo leí rápidamente de principio a fin. Opino que es uno de los mejores libros que he leído, sino el mejor.
El libro Cómo Ganar Amigos, de Dale Carnegie
Con respecto al tema que estamos tratando dice Carnegie:
“¿Por qué hay que leer este libro para saber cómo conquistar amigos? ¿Por qué no estudiar la técnica del más grande conquistador de amigos que ha conocido jamás el mundo? ¿Quién es? Tal vez lo encuentre usted esta mañana por la calle. Cuando esté a cinco metros de él le verá agitar la cola. Si se detiene usted a acariciarlo, saltará como enloquecido para mostrarle lo mucho que le quiere. Y usted sabe que detrás de esa muestra de afecto no hay motivos ulteriores: no quiere venderle un terreno, ni una póliza de seguro, ni quiere casarse con usted.
¿Se ha detenido usted alguna vez a pensar que el perro es el único animal que no tiene que trabajar para ganarse el sustento? La gallina tiene que poner huevos, la vaca que dar leche y el canario que cantar. Pero el perro se gana la vida sólo con demostrar su cariño por el dueño.
Cuando yo tenía cinco años, mi padre compró un cachorrito amarillo por cincuenta centavos. Fue la alegría y la luz de mi niñez. Todas las tardes a las cuatro y media se sentaba frente a mi casa, mirando fijo al camino con sus hermosos ojos, y tan pronto como oía mi voz, o me veía agitar mi lata de comida entre los árboles, salía disparado como una bala, corría sin aliento colina arriba para recibirme con brincos de júbilo y ladridos de puro éxtasis.
Tippy fue mi constante compañero durante cinco años. Por fin, una noche trágica -jamás la olvidaré-, murió a tres metros de mi cabeza, murió alcanzado por un rayo. La muerte de Tippy fue la tragedia de mi niñez.
Nunca leíste un libro de psicología, Tippy. No lo necesitabas. Sabías, por algún instinto divino, que se pueden ganar más amigos en dos meses interesándose de verdad en los demás, que los que se pueden ganar en dos años cuando se trata de interesar a los demás en uno mismo”.
Perrito feliz saltando con su pequeño dueño
Pero ni siquiera estas palabras me animaron a cambiar un poquito mi modo de pensar. Los ladridos de Laika todavía resonaban fuerte en mis oídos.
Por experiencia les puedo afirmar que, en muchas situaciones de la vida, para cambiar de opinión, de modo de pensar o de actitud (que es algo muy difícil) tiene uno que tener un ejemplo muy cercano o tiene que vivir la experiencia. De nada sirve que uno lo lea, que te lo cuenten o que lo veas en un video de youtube. En mi caso las cosas comenzaron a cambiar, al principio muy, pero muy lentamente, cuando Yago entró en mi casa.
Yago en una foto de cerca
Fue una jugada de mis hijos. Recién me di cuenta al tercer día. Es que Yago vino con pocas semanas de nacido y no ladraba. Al principio lo rechacé y no quería saber nada con él. Pero con el transcurso de los años, de varios años, me fui dando cuenta de que lo había escrito Dale Carnegie no eran sólo palabras. Estaba describiendo exactamente la alegría de Yago cada vez que mi esposa o mis hijos regresan de la calle. Han pasado doce años y la escena se repite cada día, no se cansa. Es su mayor alegría.
Por supuesto que ahora opino diferente sobre los perros y me apena que en nuestros países de Latinoamérica y en muchos otros países del mundo, los perros callejeros sean tan maltratados. Y no sólo los callejeros. Yo mismo he conocido amos muy crueles, descuidados o indiferentes.
Yago muy triste porque su dueña salió a la calle
Para terminar mencionaré que Yago es un perro modelo: Va a misa, jamás ha ladrado allí y los padres lo quieren como a un parroquiano más; recalcan que se porta mejor que muchos niños pequeños. Va a restaurantes, en un maletincito tipo cartera, con ventilación; ningún mesero se ha enterado nunca de su presencia. Ha asistido a la graduación de mis hijos. Y cuando va por la calle mucha gente se para a tomarle fotos.
REFERENCIAS: “Cómo ganar amigos”, de Dale Carnegie.
NOTA: En la foto de presentación se puede ver a Yago sobre el sofá.