PARA HABLARLE A UNA CHICA (DIRIGIDO A LOS JOVENES TIMIDOS)
Tenía yo 17 años y de pronto la vi, fue una sorpresa. Ella estaba con una amiga y yo estaba con un amigo; los cuatro estábamos caminando. Era, probablemente, la chica más bonita que había visto hasta entonces: flaquita, con el pelo largo pero ondulado, cara casi perfecta y estaba riéndose con su amiga. Desde ese día lo único que deseaba era ser su amigo, pero no tenía idea cómo.
Hoy en día, luego de tantos años, pienso que habría sido fácil ser su amigo. Ser su enamorado era otra cosa, pero ser su amigo, con seguridad. Desde mi punto de vista, para empezar a hablarle a una chica es necesario lo siguiente:
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- Cambiar nuestra actitud: La mayoría de los videos, artículos o libros en que te recomiendan una cierta actitud, te describen esta actitud y a continuación te invitan a que la pongas en práctica; pero no toman en cuenta lo difícil que puede ser para un chico comportarse así. Como todos sabemos, una cosa es la teoría y otra la práctica. Para los chicos sociables, amigables o extrovertidos esto no representa ningún problema, pero hay muchos jóvenes que son precisamente lo contrario: son tímidos, solitarios, sólo tienen amigos y muy pocas amigas. Hablo por experiencia propia porque recuerdo muy bien cómo me sentía cuando estaba caminando al lado de esa chica; ni siquiera se me pasaba por la cabeza la idea de hablarle así, de buenas a primeras. Deseaba que alguien nos presentara o algo parecido. Inconscientemente pensaba que hablarle por mí mismo estaba completamente fuera de mi alcance. Pero no tiene porqué ser así. Comportarse de una manera que no es la nuestra puede ser algo terriblemente difícil pero creo que algo se puede hacer al respecto.
2. Considerar esto como un problema que tiene solución. Enfocar el asunto prestando mucha atención a las ventajas con las que contamos. Una gran ventaja es que estés con ella en un mismo grupo, por ejemplo que ambos estén estudiando en la misma universidad, o en la misma escuela, o que sea tu compañera de trabajo, o que estén los dos en una fiesta o en algún evento, o que vivan en el mismo barrio, etc.
Jóvenes universitarios en una clase
3) Sacar provecho de otra ventaja que tienes: tú puedes, de antemano, pensar o preparar muchas preguntas con las que puedas iniciar la conversación. Ya sé que estarás pensando: “Iniciar la conversación, ¡qué fácil es decirlo!”. Sé muy bien lo difícil que puede ser, yo lo he vivido, pero te voy a dar algunos ejemplos para ilustrar este punto:
Ejemplo 1: Estaba en un bar (atendido por chicas bonitas) con dos amigos y uno de ellos me dice, muy melancólicamente: “Cómo quisiera saber el nombre de esa chica”. Esta chica no era quien nos estaba atendiendo sino otra de las meseras. Apenas mi amigo me dijo eso yo levanté la mano y llamé a la chica a la que se refería mi amigo. Ella se acercó y le pregunté a que hora cerraban; ella me dijo la hora a la que cerraban y a continuación le pregunté su nombre. Conversamos algunas cosas más y cuando la chica se fue a atender a otro cliente, le dije a mi amigo: “servido”.
Chica bonita atendiendo en un bar
Esto que estoy contando lo hice hace pocos años, pero confieso que de joven no lo hubiera hecho jamás, porque nunca planteé el asunto de esta manera. No tuve a nadie que me enseñara con el ejemplo y hablando francamente un joven tímido siempre está temeroso de hacer el ridículo, como era mi caso.
Pero ¿qué es hacer el ridículo? Si te pones a pensar, todas las personas de este mundo, en algún momento, han hecho el ridículo. Y ¿qué pasó? Absolutamente nada. Incluso hay personas que se ríen cuando “hacen el ridículo”, y no es una risa nerviosa sino una risa sincera, una risa igual a la de la gente que lo ha mirado, porque comprenden que a cualquiera le puede pasar; nadie es perfecto*.
Pero, analizando este caso, ¿de qué manera podría yo hacer el ridículo preguntándole a la chica a qué hora cierran? Esa, por ejemplo, es una pregunta segura porque pide una respuesta concreta, pero con esa pregunta, ya empezaste a conversar con la chica. Cuando yo levanté la mano llamándola no sabía qué iba preguntarle y cuando ella estaba caminando hacia mí se me ocurrió lo de la hora, pero había muchas otras preguntas que yo podía hacerle: si es que vendían tal marca de cerveza, si habrían los domingos, si vendían comida, cuánto costaba una botella de vino, etc. Como puedes darte cuenta, si todo esto lo piensas antes estás en una posición ventajosa.
Ejemplo 2: Estaba cerca a mi casa limpiando mi carro y pasó una chica simpática paseando a su perrito y le dije: “Disculpa, una pregunta: ¿cuántas veces sacas a la calle a tu perrito al día” (la verdad es que cuando yo vi que la chica se aproximaba me puse a pensar qué podría preguntarle y al ver al perrito, me dio la idea). Me contestó que tres veces y yo le dije que al perrito que había en mi casa lo sacaban dos veces, y a continuación le pregunté el nombre del perrito, dándole unos cuantos elogios y conversé un rato con ella. Cuando haces una pregunta bien planteada es difícil que hagas el ridículo y, afortunadamente, hay poquísimas chicas que te responderán con indiferencia. Es más, de joven conocí a una chica muy bonita (un poco mayor que yo), nos hicimos amigos y me dijo que a ella le molestaba que los chicos se quedaban mirándola y no le hablaban, que ella prefería que le hablaran a que se la queden mirándola como unos bobos.
Chica paseando a su perrito
Ejemplo 3: Estaba en una tienda, buscando un regalo para una compañera de trabajo por el “Santa secreto”, porque estábamos en Diciembre. No tenía ni idea de qué regalarle. Y en eso veo una chica bonita. Sin pensarlo mucho (porque si lo piensas un poquito, ya te desanimas) le dije: “Disculpa, estoy buscando un regalo para una compañera de trabajo, por lo del Santa secreto, pero no sé qué regalarle, ¿me podrías ayudar?”. Me contestó: “claro” y yo le dije: “estos perfumes ¿estarán bien?” Y ella, un poco riéndose dijo: “ésos son para hombre”. Finalmente me recomendó unas colonias para después del baño.
Mujer vendiendo perfumes en la tienda Navarro
Ejemplo 4: En la universidad estaba tomando dos cursos en los cuales había una chica bonita. El horario de uno era de 2 a 4 p.m. y del otro de 6 a 8 p.m., el mismo día. Y se dio la circunstancia de que falté a una clase del curso de las seis. Como necesitaba ponerme al día con la clase perdida, la semana siguiente, cuando terminó el curso de 2 a 4 me acerqué a la chica y le dije: “Disculpa, ¿tú estás en el curso de Matemáca V, no?”. Ella me respondió que sí y entonces le pedí prestado su cuaderno para copiar la clase, lo cual ella hizo de buen grado. Y nos hicimos amigos. Esta puede ser una excelente excusa para iniciar una conversación con una chica que está estudiando contigo.
Luego de leer estos cuatro ejemplos creo que estarás de acuerdo conmigo en que hablarle a una chica no es algo tan irrealizable. Retomando el paso 1, es bueno sacarse de la cabeza la idea de que hablarle a una chica (tú solo) es algo imposible.
Estas no son las únicas ventajas con las que puedes contar. De acuerdo a las circunstancias, al lugar y al momento, basta estar un poquito atento, ser observador y aprovechar el instante oportuno (y no lo pienses mucho, simplemente hazlo). Recuerdo que un actor contó en una entrevista cómo conoció a su esposa: los dos estaban viajando en un bus (nunca se habían visto antes) y hacía un calor terrible y el compró unas latas de gaseosa heladita (sin que ella viera) y casi de sorpresa le ofreció una lata, que a la chica le cayó como anillo al dedo. Ejemplos hay muchos y tal vez tú puedas originar uno también.
Y si ocurre algo ligeramente gracioso no dudes en sonreír. Aparte de relajarte y aliviar las tensiones, la sonrisa hace más agradable cualquier rostro. Y, por último, no te desanimes si la chica responde con indiferencia; como ya te mencioné, son poquísimas las chicas que se comportarán así. La gran mayoría de ellas también desean tener más amigos.
*Reflexionando acerca de por qué yo tenía tanto miedo a “hacer el ridículo”, he llegado a la conclusión de que era porque yo juzgaba a la gente cuando “hacía el ridículo”. Con un ejemplo se puede entender mejor: Estaba yo en un omnibús y uno de los pasajeros trató de abrir una ventana porque hacía mucho calor. Por más que trató no pudo, parece que el mecanismo estaba trabado. Yo pensé: “qué tonto”. Pero ¿quién era yo para juzgarlo? El no era ningún tonto, al contrario, lo intentó, que es lo que vale; hizo algo para tratar de aliviar la situación. El no tenía manera de saber que el mecanismo estaba trabado. A mucha gente le parecerá increíble todo esto, pero les aseguro que es cierto, que así fue como pasó. Muchos años después, cuando me di cuenta de que no debía yo estar juzgando a la gente, dejé de pensar que cuando yo fallaba en algo, todo el mundo estaba pendiente de mí, juzgándome, desaprobándome, y simplemente dejaba pasar el asunto y no volvía a acordarme de él.
REFERENCIAS: Para el artículo: ninguna. Para las fotos: internet.