Cuando John F. Kennedy se lanzó como candidato a la presidencia de los Estados Unidos, para las elecciones de 1960, nombró como jefe de la campaña electoral a su hermano Robert (Bobby).
Parecía que Bobby estaba en todas partes, coordinando, ordenando y, muchas veces, haciendo el trabajo él mismo. Dormía pocas horas y exigía que todos sus colaboradores trabajaran tan duro como él.
Sucedió que, en Nebraska, las cosas no estaban yendo bien, la campaña se estaba estancando. Como era de esperarse, Bobby viajó para allá para averiguar cuál era el problema y solucionarlo.
Es así que tenemos a Bobby Kennedy aproximándose a la ciudad de Lincoln en un automóvil, manejado por Robert Conrad, nominado por su partido como candidato para ocupar un puesto en el Senado, representando al estado de Nebraska. También estaba en el carro Helen Abdouch, secretaria ejecutiva de la organización en Nebraska.
“¿Qué está fallando?” preguntó Bobby. “¿Es que los voluntarios no están trabajando lo suficientemente duro?” Un tanto molesto Conrad le respondió, “Bob, no es tan simple como eso”. Ya iba a empezar a explicarle la situación cuando vio por el espejo retrovisor que un carro de la policía le había prendido las luces, indicándole que se detenga. Estacionó a un costado del camino y se bajó del auto para hablar con el policía (recuérdese que esto sucedía en 1959. Hoy en día ya no está permitido salir del carro cuando la policía te detiene; uno debe permanecer adentro y esperar a que el policía se acerque).
Ni bien Conrad se bajó Bobby la emprendió contra Helen, presionando por una solución. Luego de unos momentos, Conrad regresó, arrancó el carro y continuó manejando, mientras Bobby seguía discutiendo con Helen y reanudó el tema con Conrad. No preguntó si el policía les había puesto una multa y ni siquiera preguntó por qué los habían detenido. Lo único que le interesaba era que la campaña electoral mejore.
REFERENCIA: El libro “Bobby Kennedy”, de Lester David e Irene David.