Casi todos nosotros, en algún momento de nuestras vidas, ya sea en la televisión, en el cine o en la radio, o en alguna revista, libro o periódico hemos oído o leído sobre Jack el destripador. Precisamente fue un pequeño artículo que leí en el periódico, titulado “Persiste la incógnita de Jack el destripador a 125 años de sus crímenes”, lo que me impulsó a escribir este relato. Pero realmente, qué hizo este desalmado asesino para que nosotros sigamos hablando de él a los 137 años de ocurridos sus asesinatos:
La madrugada del 31 de agosto Jack el destripador se acerca a Mary Ann Nichols, prostituta de 43 años. Finge ser un cliente y luego de un breve diálogo aparenta acariciarla; poniéndose casi de espaldas a ella y sin que lo note, saca un cuchillo afiladísimo y rápidamente le corta el cuello, hundiendo el cuchillo casi hasta llegar a las vértebras. La pobre mujer no tuvo oportunidad de emitir ni un solo grito. No contento con esto, le levanta el vestido a la desafortunada y le desgarra el vientre introduciendo el cuchillo hasta el mango y moviéndolo convulsivamente para hacer el mayor daño posible. Nadie vio ni oyó nada. Todas estas acciones se realizaron a una velocidad asombrosa y en un tiempo mínimo. El asesino sabía que con cada segundo que pasaba, aumentaba la posibilidad de que algún distraído transeúnte lo viera por pura casualidad. Consumado su crimen huía caminando calmadamente, amparándose en la oscuridad de la noche (1). Podía pasar al lado de cualquier persona, sin despertar la más mínima sospecha. El autodominio y la frialdad que tenía, tanto al cometer el crimen como después de cometerlo, eran algo fuera de lo común.
El pánico se apoderó de los habitantes del distrito y la policía comenzó a ser ridiculizada al no tener ni la más mínima pista o idea de quién pudiera ser el asesino. Incluso la noticia se internacionalizó y desde otros países exigían, en medio de burlas, mayor eficiencia al cuerpo policíaco de Londres.
Sin embargo, la calma de su andar difiere mucho de lo que ocurre en su mente: está fastidiado, es la primera vez que le pasa; dejar su obra inconclusa supone una frustración insoportable. Pasan los segundos y en eso se le ocurre una idea “genial”: ¿por qué no buscar otra prostituta? Después de todo, la noche todavía no termina y hasta que encuentren el cadáver (de Stride) y la policía se ponga en alerta le da tiempo más que suficiente, especialmente a él, que hace siempre hace las cosas bien rápido. Se felicita a sí mismo por la idea; de lo contrario no hubiera podido dormir tranquilo esa noche. Esta vez, la mala suerte decidió acompañar a Catherine Eddowes, también prostituta, de 46 años (2). Con ella Jack el destripador pudo hacer lo que no hizo con Stride; además de cortarle el cuello, le abrió el vientre y le extrajo el útero y un riñón.
Lo primero que se me ocurrió al leer sobre estos asesinatos fue lo siguiente: ¿Es que estas mujeres no tenían miedo? Había un asesino suelto por allí, un asesino muy diferente a los demás pues gustaba de despojar a sus víctimas de sus órganos internos, pero las mujeres seguían muriendo ¿tan valientes eran? Nada de eso. Ellas estaban tan asustadas como cualquiera de nosotros lo hubiera estado en circunstancias similares. Pero a diferencia de nosotros (mejor dicho, a diferencia de casi todos nosotros) ellas eran prostitutas, y muy pobres por añadidura. Al igual que nosotros, necesitaban comer y pagar la habitación donde dormían. De eso se aprovechó Jack el destripador.
Mary Jane Kelly estaba en esas condiciones. Se moría de miedo, pero estaba a punto de ser desalojada de su cuarto pues debía mucho. Como ya había pasado más de un mes (exactamente 40 días) desde el último homicidio, pensó (más bien quiso pensar) que probablemente el asesino ya se hubiera ido y podría salir sin peligro. Arriesgándose, se armó de valor y salió a la calle a conseguir dinero.
Por otro lado, sus clientes habituales, y los no habituales también, estaban muy molestos con este “Jack el destripador” pues, por su culpa, no podían aliviar sus tensiones. Las calles estaban vacías de prostitutas; sólo se veía a muchos hombres que, nerviosos, iban de aquí para allá sin rumbo fijo. Es en estas circunstancias que Mary Jane comenzó a trabajar y empezó a recuperar rápidamente todo lo que no había podido ganar en los días previos. El negocio iba viento en popa y ya Mary Jane, muy contenta, hacía cuentas y calculó que luego de pagar la renta todavía le sobraría algo para ella; casi se arrepentía de no haber salido antes. En ésas estaba Mary Jane cuando, para su desdicha, le tocó llevar a su habitación al mismísimo demonio.
En efecto, Jack el destripador se había acercado a ella y luego de las consabidas palabras de introducción estaba a punto de empezar con su macabra rutina cuando ella, sin que él se lo preguntara, le dijo que lo mejor sería ir a su cuarto, que tenía puerta a la calle y que nadie los vería entrar. Aquellas palabras fueron como música en los oídos de Jack el destripador. Nadie los vería. ¿Podía haber algo más conveniente? Podría realizar su fechoría a sus anchas.
Pero, no bien entraron en la habitación de Mary Jane, Jack el destripador comenzó a sentir un desasosiego, hasta entonces desconocido en él. Y es que, en la oscuridad de la calle, no había podido percatarse de que Mary Jane era muy diferente de sus anteriores víctimas. Para empezar, tenía sólo 25 años y además era una bonita pelirroja de ojos azules. Al observarla mejor, una atracción involuntaria empezó a manifestarse en el asesino, atracción que lo tomó por sorpresa y le hizo preguntarse: “¿Cómo es posible que él, que odiaba tanto a las prostitutas, sintiera eso?” El estaba allí para matarlas y para nada más (4). Cegado por la ira se abalanzó sobre el cuello de la pobre Mary Jane, a quien le pareció que dos tenazas de hierro la apretaban. Como ya no estaban en la calle a Jack el destripador no le importó mucho que Mary Jane se tardara en perder el sentido. En el forcejeo mortal, las ropas de Mary Jane se hicieron un revoltijo, dejando al descubierto partes de su hermoso cuerpo. Esto exacerbó aún más a Jack el destripador y con la rapidez del rayo sacó su arma y luego del degollamiento de rigor le cortó la nariz, las orejas y los senos. A continuación y sin disminuir su apuro, hundió el cuchillo en su abdomen y ahora sí, con todo el tiempo del mundo a su disposición, le extrajo el corazón. Luego siguió con su vientre. Quería acabar con su belleza física lo más rápido posible y para siempre. Hundiendo el cuchillo en forma muy desordenada comenzó a sacar uno a uno sus órganos. Los tiraba sobre la mesa de noche, sobre la cama, sobre el cuerpo de su víctima. Todo estaba tan rojo que era difícil distinguir una cosa de la otra. Siguió con los intestinos; parecía que quería dejar el cuerpo de la mujer completamente vacío.
Al fin tomó un respiro. Había entrado en una especie de trance y se reprochó a sí mismo, no por lo que había hecho, sino por perder la calma, él que se había jurado a sí mismo no perderla por ningún motivo, con el fin de no ser atrapado.
En medio de esa dantesca escena y con el hedor repulsivo que emanaba del cadáver, por segunda vez lo acometió una nueva sensación a la cual él se creía inmune: comenzó a sentirse asqueado. El ambiente estaba demasiado cargado y realmente ya no quería permanecer allí. Con alivio, salió de la habitación con un solo pensamiento: “Es suficiente, mi hermano está vengado”.
Al día siguiente, la persona que, horrorizada, encontró el cadáver de Mary Jane diría más tarde a la policía: “Parecía la obra del diablo y no la de un hombre”. Efectivamente, este crimen está catalogado como uno de los más espantosos y desproporcionados en los anales de la criminología.
A medida que pasan los años será más difícil saber quién fue Jack el destripador. Probablemente nunca estaremos seguros de eso. Pero de lo que sí estamos seguros es que este asesino guardaba un odio visceral hacia las prostitutas. Un odio inconmensurable. El “castigo” que le aplicó a Mary Jane no guarda ninguna proporción con el “pecado” cometido por esta mujer. Después de leer este relato creo que podemos comprender mejor porqué seguimos hablando de algo que ocurrió no en el siglo pasado, sino en el siglo antepasado.
(1) Recordemos que recién por esas fechas empezaba a instalarse en las grandes ciudades el sistema público de alumbrado eléctrico y Whitechapel todavía no contaba con este servicio. Apenas disponían de farolas que no brindaban una buena iluminación.
(2) Algunos historiadores afirman que Eddowes no era prostituta, o que ejerció el oficio más antiguo del mundo muy ocasionalmente. También sostienen que, por la posición como fue encontrado su cadáver, aparentemente estaba frente a su asesino en el momento de ser atacada. Esto podría explicarse por el estado de embriaguez en el que se encontraba. Al verla así, Jack el destripador no tuvo la precaución de ponerse a sus espaldas.
(3) En honor a la verdad, Jack el destripador tenía ventaja sobre la policía. Todavía no se había puesto en uso la identificación mediante las huellas dactilares. Este sistema recién comenzó a ser usado pocos años después. Además, se le considera el primer asesino serial mediático de la historia.
(4) Debido a sus distorsionadas creencias religiosas Jack el destripador siempre había odiado a las prostitutas. Era un odio hipócrita pues algunas veces había hecho uso de ellas. Pero la gota que derramó el vaso ocurrió cuando su único hermano, el único ser por el cual sentía un extraño afecto, murió enfermo de sífilis, contagiado por una prostituta, que también murió de la enfermedad. Renuente a llorar, pasó incontables horas de insomnio recordando a su hermano, hasta que, poco a poco, una sola palabra comenzó a dar vueltas en su mente y ya no se la pudo quitar de la cabeza: venganza. Decidió pasar a la acción, pero su temor a ser atrapado por la policía era tan grande como su deseo de venganza; tenía que conciliar ambos
Pensó en usar pistolas, pero las descartó rápidamente; eran muy ruidosas. A continuación se le ocurrió que podía usar cuchillos, pero supuso que cualquier mujer, sea prostituta o no, al ver un cuchillo emitiría un grito que se escucharía en varios cientos de metros a la redonda. Tenía que hallar otra forma. Estrangularlas era muy riesgoso pues la mujer podía demorar mucho tiempo en perder el sentido y en esas condiciones, cada segundo ganado era muy importante. Finalmente se decidió a cortarles rápidamente las cuerdas vocales para que no pudieran gritar. Tenía que colocarse a espaldas de la prostituta para que ésta no pudiera ver en el momento que sacara el cuchillo. Pero para él, una muerte así era muy piadosa. Había que escarmentar a las prostitutas. Había que llamar la atención. Fue allí que se le ocurrió hacer todas las barbaridades que se han relatado. Debían ser hechas en alguna calle oscura, pues no podía arriesgarse a que el encargado de algún hotelucho lo reconociera. Para aterrorizarlas más pensó en extraerles el corazón a sus víctimas pero esto le habría tomado mucho tiempo, por lo que decidió no hacerlo.
COMENTARIOS
- Cuando un amigo mío leyó el borrador de este relato lo primero que hizo fue preguntarme: “Ernesto, ¿todo esto es verdad?, ¿ocurrió realmente así?” Por supuesto que este relato es ficticio en cuanto a los pensamientos, sensaciones y motivaciones de los protagonistas, pero es rigurosamente cierto en todo lo demás, osea: fechas, lugar, número de víctimas, el estado en que éstas fueron encontradas. Basta con buscar en internet para comprobarlo. Si “clickeas” en Jack el destripador – Wikipedia, luego de dos dibujos vas a encontrar la horrorosa foto del cadáver de Mary Jane, tendida en la cama. Afortunadamente es una foto tomada de lejos; no me gustaría ver una foto tomada de cerca. A ella sí le arrancaron el corazón, el cual nunca fue encontrado.
- Lo atrayente de este caso se resume en una sola palabra: misterio. Por ejemplo, en otro famoso asesinato múltiple, el de la familia Clutter, narrado magistralmente por Truman Capote en su novela “A sangre fría”, los asesinos son atrapados y por medio de una hábil treta de los detectives, confiesan y explican en detalle cómo realizaron su monstruoso acto. Pero en el caso de Jack el destripador ni siquiera se sabe quién fue el asesino.
- Pero podemos estar seguros de un sentimiento y de un pensamiento de Mary Jane: ¿qué sentía?: Miedo, ella sabía que se jugaba la vida al salir a la calle de noche. No es difícil imaginar qué pensaba al aproximarse a un hombre: “¿será éste Jack el destripador?” Y tampoco es difícil imaginar qué pensaba cuando estaba yendo con él a su habitación: “No, éste no puede ser Jack el destripador”. Pero se equivocó. Lo que nos lleva a deducir que, primero, Jack el destripador vestía bien o muy bien. Una persona mal vestida la habría hecho sospechar de inmediato. Segundo, Jack el destripador inspiraba confianza, probablemente hasta haya sido galante con ella o la haya hecho reír con alguna broma, para aumentar más su confianza. Ya tenemos dos características de Jack el destripador, las mismas que le sirvieron para no despertar sospechas a la policía.
- En sus pesquisas la policía interrogó a cientos de pobladores de Whitechapel y estos interrogatorios han quedado registrados y archivados. Yo me inclino a pensar que uno de los interrogados es Jack el destripador. Pero ¿quién? Es muy fácil decirlo pero, entre cientos de archivos ¿cuál escoger? Es probable que haya sido un hombre reservado, pero a la hora de conversar con alguien causaba buena impresión. A nadie se le ocurriría pensar que él es el asesino.
- Hay una película de 1944, titulada “The Lodger” (el huésped), pero la puedes buscar en youtube como “jack el destripador 1944 esp”, donde, por increíble coincidencia, el asesino, que también asesina prostitutas, está motivado por la muerte de su hermano. En la película no se dice cómo murió pero da a entender que las prostitutas le arruinaron la vida. Es pertinente aclarar que la idea señalar a la muerte de su hermano como la causa de estos asesinatos, es algo que se me ocurrió en el 2013; y recién el año pasado (2018) vi la película que acabo de mencionar.
- Es muy posible que muchas de las prostitutas de Whitechapel, luego de enterarse de la terrible suerte de Mary Jane, hayan dejado su oficio para siempre.
- Si yo fuera a matar a alguien con un cuchillo, me aseguraría que estuviera bien afilado. Es probable que algún vecino haya escuchado cuando Jack el destripador afilaba su cuchillo, sobre todo para las primeras víctimas. Pero nadie puede culpar al vecino por no asociar este ruido con los horrorosos crímenes que sucedieron después.
- Este caso me hace recordar a una muy buena película llamada “La noche de los generales”, ambientada en la segunda guerra mundial, en la Francia ocupada, con las actuaciones de Peter O’Toole y Omar Sharif, . Aquí, Peter O’Toole, en una sobresaliente actuación, encarna a un general nazi loco, que detesta profundamente realizar las necesidades fisiológicas básicas: eliminar los desechos (orinar y defecar) y tener relaciones sexuales. Y tiene la muy mala costumbre de acostarse con prostitutas para luego matarlas. Y creía que, por su alto rango, no sería castigado por ello. Una variante de Jack el destripador, con la diferencia de que es una película y no la vida real.
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