El carro blindado se desplazaba veloz por la ciudad. En el asiento trasero, el empresario pensaba en la reunión que tendría más tarde con otros directivos de su compañía. Adelante, su chofer y su guardaespalda conversaban animadamente, pero en voz baja para no importunar al empresario. Era una mañana fría y no era muy temprano; el empresario no tenía la obligación de llegar al trabajo antes que los empleados de su empresa.

Carro blindado recorriendo las calles de una ciudad

El automóvil paró ante la luz roja de un semáforo en una calle no muy transitada. Repentinamente, una camioneta les cerró el paso por adelante y un carro grande hizo lo mismo por la parte de atrás. Muy sobresaltado, el chofer aceleró para tratar de avanzar y luego de unos segundos de forcejeos entre su carro y la camioneta, el carro se apagó. Simultáneamente comenzó una lluvia de balas a la parte delantera del automóvil, pero las lunas a prueba de proyectiles hicieron su trabajo.

Automóvil blindado luego de recibir múltiples disparos

Al no conseguir su objetivo, uno de los atacantes, con una enorme comba de 20 libras de peso, empezó dar terribles golpes a la ventanilla del chofer, apuntando preferentemente a la parte superior de ésta. Desesperado, el chofer trató de encender el carro nuevamente pero, increíblemente, no pudo conseguirlo. Dentro del carro, los tres ocupantes sentían como si cada mazazo que recibía la ventanilla los estuviera golpeando a ellos en la cabeza.

                 Comba de 20 libras de peso

El guardaespalda sacó su pistola calibre 45 y comenzó a agitarla y a mostrarla amenazadoramente a los secuestradores, pero se veía muy empequeñecida ante la gran ametralladora de cañón largo con que contaban los atacantes.

Ametralladora de cañón largo

Algunos vecinos, horrorizados,  observaban la escena desde lejos y otros, los menos, comenzaron a llamar a la policía. Luego de un minuto y medio aproximadamente, la ventanilla comenzó a ceder. Al fin, se abrió un espacio, por donde el guardaespalda pudo poner el cañón de su pistola y disparar, hiriendo de gravedad a uno de los secuestradores. Pero casi inmediatamente el que tenía la ametralladora aprovechó también ese hueco para ponerse en posición de disparo. Decenas de balas acribillaron a los acompañantes del empresario, matándolos en el acto. No es difícil imaginar el grado de conmoción en el que se encontraba el empresario. A continuación, el secuestrador giró su arma apuntando directamente al empresario. Este, temblando de pies a cabeza y con el corazón a punto de estallarle, a duras penas alcanzó a gritar: “no me maten”. Por respuesta recibió una orden dada en un tono extraordinariamente imperativo: “abre la puerta, carajo”. Perdida toda esperanza y totalmente abatido el empresario abrió la puerta del carro y se entregó a sus captores.

Nota: Por desgracia, éste fue un caso de la vida real. El secuestrado era el empresario de la television peruana Héctor Delgado Parker. Luego de unos meses, y satisfechas las demandas de los secuestradores, el empresario fue liberado. Desafortunadamente, pocos años después falleció. La impresión había sido demasiado fuerte.

Por otro lado, y por increíble que parezca, el guardaespaldas no murió; los terroristas lo dieron por muerto. El chofer sí falleció.

Investigaciones posteriores indicaron que ese auto blindado sí podía arrastrar a la camioneta que tenía delante y escapar pero, seguramente en su nerviosismo, el chofer no pudo volver a arrancarla.

Los hermanos Delgado Parker: de izquierda a derecha: Genaro, Manuel y Héctor

REFERENCIAS: La revista Caretas, internet.

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