Alejandro poseía una tenacidad a toda prueba. Esto quedó más que demostrado cuando emprendió el asedio y la toma de la isla de Tiro.

La isla de Tiro

Tiro era una ciudad fenicia, de 40,000 habitantes aproximadamente, ubicada en una isla, a 800 metros de la costa del actual país del Líbano, relativamente cerca a la frontera con Israel. Era inexpugnable pues estaba totalmente amurallada y en algunos puntos sus murallas tenían una altura de 45 metros. Ya había salido airosa del primer asedio al que fue sometida por el rey babilónico Nabucodonosor II, por lo que los Tirios se sentían invencibles.

La isla de Tiro en el Mediterráneo. La longitud del dique era de aprox. 750 metros

Alejandro estaba en campaña para conquistar el imperio persa, por lo que necesitaba asegurarse el dominio de la costa mediterránea, para poder marchar con tranquilidad hacia oriente, razón por la cual debía tomar Tiro primero. Así que, al llegar a la costa, frente a la isla de Tiro, se le ocurrió una idea que hizo reír hasta a sus propios generales: llegar hasta la isla construyendo un espigón de piedra y tierra. No fueron sus generales los únicos que se rieron; los habitantes de Tiro también creyeron que se trataba de una idea totalmente descabellada. Sin hacer caso de esto, Alejandro ordenó empezar la construcción del espigón, aprovechando los restos de la ciudad que los tirios habían abandonado en el continente, la cual demolió totalmente.

Pero lo que no sabía Alejandro era que los ciudadanos de Tiro eran tan tenaces como él. Al comenzar los trabajos, los ingenieros de Alejandro plantaron en el mar estacas de madera, para delimitar la ruta que debía tomar el espigón. Pero nadadores tirios ataron las estacas a embarcaciones a remo y las arrastraron hacia el mar. Paralelamente, desde sus barcos disparaban flechas a los trabajadores. Alejandro ordenó protegerlos con pantallas de pieles y madera.

El asedio de Tiro

Hay que mencionar que, en esos momentos, la flota de Alejandro se encontraba muy lejos, razón por la que no podía enfrentarse a los barcos de los asediados.

A continuación los tirios colocaron catapultas y ballestas de gran tamaño (balistas) en lo alto de sus murallas y comenzaron a arrojar proyectiles y enormes flechas a los constructores del espigón. Los macedonios respondieron construyendo dos torres de asedio en el extremo del espigón, a las cuales también instalaron catapultas, con las que lograron proteger a los trabajadores. El siguiente paso de los asediados fue remolcar una embarcación en la que colocaron azufre, brea, pez y cuanto material inflamable tenían, y la hicieron estrellar contra la punta del espigón. Inmediatamente lanzaron flechas incendiarias, produciéndose un incendio que consumió las dos torres de asedio y la mayor parte de las estacas de madera. Al ver esto los tirios pensaron que su ciudad estaba salvada y se sintieron más confiados que nunca. Pero no conocían a Alejandro.

Torre de asedio incendiada por los Tirios

Esta vez, el jefe macedonio ordenó la construcción de un espigón más ancho, al mismo tiempo que su flota ya se aproximaba a Tiro. Al llegar las naves de Alejandro, iniciaron un bloqueo de la isla (me hace acordar a Cuba), con lo que sus habitantes ya no podrían recibir víveres y provisiones por el mar, pero aun así no se daban por vencidos. Aprovechando la oscuridad de la noche, cortaron las cuerdas de las anclas de algunos barcos enemigos y los hicieron encallar en la costa. Alejandro respondió cambiando las cuerdas de las anclas por cadenas, estableció una vigilancia más cuidadosa, puso más barcos para proteger el avance del espigón y volvió a montar torres de asedio, desde las cuales las catapultas lanzaban proyectiles a las murallas. Los defensores colocaron sacos de algas para amortiguar el impacto de los proyectiles y seguían arrojando piedras y troncos, tratando de derribar las torres de asedio, pero el espigón seguía avanzando. Finalmente llegó a la isla.

La balista, arma usada por los defensores de la isla

Ya podían entrar en acción los arietes. Estas enormes máquinas eran como una casa con un techo a dos aguas pero sin paredes (como una V invertida). Desde el tronco horizontal, que forma el vértice de la V, colgaba, mediante unas cuerdas, un enorme tronco (también en posición horizontal) que era el que servía para dar poderosísimos golpes a las murallas, hasta derribarlas.

Reconstrucción de un ariete

Los tirios, con su inacabable ingenio, amarraron afilados cuchillos en los extremos de unas varas muy largas, que manejaban desde lo alto de las murallas y cortaban las cuerdas que sostenían al enorme tronco del ariete. Alejandro respondió techando los arietes para que las varas no pudieran llegar hasta las cuerdas. Por último las murallas comenzaron a ceder, pero nuevas sorpresas esperaban a los atacantes. Los defensores habían calentado arena en unos grandes recipientes de bronce y se la arrojaban a los macedonios, logrando quemar a muchos. Asimismo, los envolvían con redes de pesca, atadas a grandes piedras, con lo que lograban hacerlos caer desde lo alto de las murallas, pero ya el avance de éstos era incontenible.

Alejandro logra llegar a la Isla de Tiro

Alejandro ordenó que, paralelamente al ataque desde el espigón, sus barcos atacaran el otro Puerto de Tiro, logrando de esta manera dividir a los defensores y facilitándole el ataque final que el mismo lideró. Al fin, luego de siete meses, el rey macedonio pudo entrar en la isla, no sin sentir admiración por el denuedo con que sus habitantes la defendieron. Seguramente pensó que él habría hecho otro tanto.

REFERENCIAS: Internet.

Hoy en día Tiro ya no es una isla. Ha sido convertida en una península, tal como se puede apreciar en la foto. Lo que confirma la gran visión de Alejandro quien, sin ser ingeniero, apenas vio la isla desde la costa, imaginó que podía conectarse a tierra firme.

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