Esta novela consta de un prólogo y siete capítulos. Puedes encontrarlos en este mismo blog.

CAPITULO III: Conociendo su Trabajo

La clase de Dinámica de Fluidos del martes siguiente no se pudo llevar a cabo, pues había una manifestación de estudiantes, quienes estaban reclamando por el alza en el costo del pasaje universitario en los buses, y habían comenzado a obstaculizar con piedras, el tránsito de vehículos por la avenida adyacente a la universidad. No tardó en llegar la policía y se inició la batalla. Los estudiantes les tiraban piedras y los policías respondían disparando gases lacrimógenos.

Por supuesto que nuestros protagonistas estaban juntos, con Isaura preocupada porque después de la clase tenía que ir a trabajar, y no se podía salir por la única puerta de acceso de la universidad, bloqueada por el enfrentamiento mencionado. Así que a Erasmo se le ocurrió que debía haber una salida por la parte de atrás de la universidad.

Tuvieron que caminar bastante para llegar a una salida, que se encontraba en los límites de la universidad, a las faldas de unas pequeñas colinas. Es que esta universidad tiene un área muy, muy grande. Desde allí caminaron hasta la avenida y tomaron un bus. Pero este bus pasó un poco cerca de la puerta de la universidad, donde todavía no había terminado la batalla, y una piedra lanzada por los estudiantes le cayó al bus donde iban los dos tórtolos, quienes estaban sentados. Isaura se asustó e inmediatamente le agarró la mano a Erasmo y éste pensó o mejor dicho deseó que siguieran tirando más piedras al bus, a ver si Isaura le agarraba la otra mano o quien sabe, de repente ponía su cabeza en su hombro. Pero nada de eso sucedió. El bus logró avanzar y se alejó de la zona de peligro. Claro que Erasmo la consoló y le dijo que no se asustara.

El bus continuó su marcha; se bajaron a cuadra y media del trabajo de Isaura. Erasmo la acompañó hasta la puerta de su trabajo y le dijo que la iba a recoger a la hora de salida, lo que Isaura aceptó de buen grado. Tenemos entonces a Erasmo, a las 4 y 30 de la tarde, parado cerca de la puerta, listo para una cita que no se la iba a perder por nada del mundo. Isaura salió sonriente, como de costumbre y a sugerencia suya se encaminaron a un parque que quedaba a cuatro cuadras, el Parque de la Reserva.

Era un día martes, de invierno, y el parque estaba vacío. El invierno limeño (esta novela se desarrolla en la ciudad de Lima, Perú) se caracteriza por tener el cielo blanco o gris, cubierto de una espesa capa de nubes y una ausencia total de sol. Pero para Erasmo, y para Isaura también, el día era un día de color de rosa, tal como dice la bonita canción de Manolo Otero, “La vida rosa”, que precisamente estaba de moda en esos momentos, y se escuchaba en todas las emisoras de radio de la ciudad (el lector la puede escuchar en cualquier momento en youtube).

Tenían el inmenso parque para ellos solos, no había nadie más, excepto un hombre que estaba muy lejos de ellos. Caminaron y caminaron y al fin se sentaron en una banca. Conversaron de mil cosas y luego decidieron que ya era hora de marcharse. Salieron a la avenida y se fueron caminando hasta el paradero donde Isaura tomaría el bus hacia su casa, distante seis cuadras del parque. Con su mano izquierda Erasmo tomó el brazo derecho de Isaura y así caminaron las seis cuadras. Pero pronto Erasmo se dio cuenta que los dedos de su mano izquierda estaban rozando con el seno derecho de Isaura. A ella parecía no importarle. Finalmente llegaron al paradero, se despidieron e Isaura tomó su bus. Ya solo, Erasmo miraba su mano izquierda y sentía algo especial en los dedos; le parecía que todavía estaba agarrando a Isaura. No podía creer que esos dedos habían rozado el seno de Isaura. Esa sensación le duró un buen rato. De buena gana Erasmo la habría acompañado a su casa, pero tenía clases en la noche.

Al día siguiente, miércoles, ya cayendo la noche, Erasmo acompañó a Edwin al centro de cómputo, donde éste tenía que dejar un programa. Edwin entró un rato y Erasmo se quedó afuera, esperándolo, mirando, a través de una alambrada, los autos que pasaban por la avenida. El día ya moría y hasta se podía ver un hermoso crepúsculo en el cielo. Estuvo un buen rato allí, pensando que estaba completamente hechizado; que su vida ya no le pertenecía. Pertenecía ahora a una linda chica, la única chica de la clase. Se estremeció un poco porque intuía que estaba ante algo grande.

Edwin salió y se fueron a estudiar para un examen a la biblioteca de la Facultad de Ingeniería Civil, que quedaba en el cuarto piso. Y adivinen a quién se encontraron subiendo las escaleras: Nada más y nada menos que a Isaura. Como de costumbre, riendo les dijo, si alguno de ellos la podía acompañar porque iba a ir al doctor y le daba un poco de miedo ir sola. Cuánto hubiera querido ir Erasmo, pero ya se había comprometido con Edwin para estudiar para ese examen. Con mucha pena la dejaron ir y Edwin, dándose cuenta del búho que llevaba en el pecho comentó, sin que Isaura escuchara: “tócame el búho y algo más”. Entraron a la biblioteca y sorprendentemente sólo estudiaron media hora. No fue necesario más porque los dos ya sabían bastante del tema. Erasmo pensó “la hubiera acompañado”.